Una de las costumbres que se ha ido extendiendo e intensificando hasta transformarse en protagonista del festejo, son los regalos. Y con ellos una catarata de preguntas que se hacen madres y padres. “¿Qué les regalo? ¿lo que me piden o lo que yo quiero?” “¿ Y si se frustran?” “¿Y si los regalos de los primos son mucho mejores?” “¿Y si la Navidad se transforma en algo horrible porque no los conforman los regalos?” “¿Se merecen muchos regalos con lo que me han hecho rezongar este año?” “¿Cómo no me voy a endeudar para regalarle algo carísimo con lo bien que se portó?”
Las respuestas, como siempre, vendrán de lo que cada uno reflexione y elija de acuerdo a sus propias ideas, creencias y expectativas. Lo que si me permito recordarles es que lo hagan pensando en lo que hacen y conscientes de que uno siempre está enseñando.
Una de las cuestiones a plantearse es el sentido de los regalos. Voy a omitir deliberadamente el sentido religioso, tan personal e intransferible, Y voy a verlo desde el punto de vista de la crianza.
Si nos remitimos al significado tradicional, estos presentes celebran un nacimiento. Y no es un mal significado si lo pensamos desde la crianza saludable. Podemos aprovechar estas fiestas para celebrar que todos hemos nacido y que somos familia.
Y nos reunimos y comemos cosas ricas y nos deseamos cosas buenas los unos a los otros porque estamos festejando que estamos juntos. Y además…aparecen los regalos, vehiculizados por figuras legendarias: Papá Noel o los Reyes Magos. Figuras que en la imaginación de los niños podemos terminar transformado en seres medio temibles: lo saben todo y les gusta ejercer la justicia. No debe haber madre o padre que no haya echado mano a ese recurso amedrentador: “mirá que Papá Noel te está mirando y si te portas mal no te va a traer los regalos.” ¿Papá Noel o los Reyes Magos deben hacer justicia? ¿Queremos convertir estas fiestas en un “ajuste de cuentas”?!
No. Somos los adultos de carne y hueso quienes tenemos la responsabilidad de enseñarles todos los días el buen camino, con nuestras herramientas y nuestro esfuerzo sostenido. Si ponemos a otro a hacer nuestro trabajo, les estamos demostrando que solos no podemos. Y tenemos que poder. Apoyarse en Papá Noel o los Reyes para conseguir que nuestros niños “se porten bien” es tan malo como asustarlos con el cuco o la policía y termina debilitando nuestro rol.
Además, es imposible hacer un promedio del comportamiento de todo un año: ¿le regalo de acuerdo a aquel día que le deseó la muerte a su hermano o recordando cuando nos preparó un desayuno sorpresa? En la vida real, los promedios no sirven y cada cosa merece su consecuencia específica y en el momento.
Y finalmente, estas fiestas llegan una vez por año, y nada que llegue una vez cada 12 meses va a cambiar el comportamiento de ningún niño. Ellos necesitan resultados más cercanos para aprender de verdad.
Así que, si regalan, regalen para hacerlos más felices (no para que se porten mejor).
Preocúpense eso sí, en que quede claro que lo más importante es estar juntos y demostrarse el amor, y no los regalos.
Y a la hora de comprarlos:
• Regálenles algo que les vaya a divertir sin hacerles daño a ellos ni al ambiente.
• Regálenles algo que les demuestre que ustedes lo conocen y valoran (respetando su edad y sus gustos personales).
• Traten de regalar cosas que no los aíslen sino que puedan ser compartidas.
• No les compren cosas de las que ustedes se van a quejar el resto del año.
Estimúlenlos a que ellos también regalen a sus seres queridos: un dibujo, una carta, algo que los haga recordar y pensar en el otro, ponerse en el lugar del que puede dar y salirse del de quien siempre recibe.
Siempre sostengo que no es necesario ser religioso para darles un sentido no consumista a estas celebraciones, y que no está nada mal recordar qué es lo que estamos recordando cuando la festejamos. Si aquel recién nacido era el hijo de Dios o no dependerá de las creencias de cada uno, pero me gusta que los niños se enteren que lo que estamos recordando desde hace siglos es el nacimiento en la pobreza y la adversidad de alguien que trascendería el tiempo por promover el amor al prójimo. No es fácil, ya sé, mantener esa imagen entre bocinazos estresados y gente crispada cargada de paquetes peleándose por un taxi, pero creo que es lo más importante de estos tiempos locos.
Fuente: http://www.mujermujer.com.uy/columnas/1871_tiempo-de-regalosde-regalos/
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