jueves, 29 de mayo de 2014

Mitos y verdades sobre la paternidad...

¡Por fin esta aquí el bebé! Ahora debería aparecer también esa abrumadora felicidad parental, ¿no? Pues no; normalmente se hace esperar. ¿Por qué pasa eso, por qué los padres no son felices desde el primer instante? Porque lo contrario responde a la creación de un mito.


Amor a primera vista
El bebé que acaba de salir del vientre materno, agotado por el nacimiento, pero ansioso por conocer el mundo mira a su alrededor con infinita ternura. Y, claro, los corazones de sus padres se desbordan. Lamadre está muy cansada, pero feliz, y el padre orgulloso. Es amor a primera vista, y es para siempre.


Así debería ser, pero a veces no lo es. La realidad es muy diferente en muchos casos.

Evidentemente, un parto siempre es un momento especial. Mágico quizá y, dependiendo del temperamento de los participantes, puede resultar incluso romántico.

También es única la relación que se establece en cada caso entre el padre, la madre y el bebé. Este cauteloso tanteo, esta creación de los primeros lazos afectivos es el germen de un maravilloso vínculo que durará toda la vida.

Pero al principio, muchos padres se sienten aturdidos cuando no experimentan una reacción inmediata de fuerte amor por el recién nacido. El motivo es que circulan demasiadas ideas preconcebidas sobre la felicidad maternal y paternal que no siempre se corresponden con la realidad. Para evitar esos sentimientos de mala conciencia, señalamos tres mitos y realidades sobre el tema afectivo. La conclusión es esta: hay que dar tiempo al amor.

Estamos locos de alegría
El mito: somos super felices. La realidad: Las expectativas de los padres primerizos son altas, pero ¿cuánto amor, cuánta felicidad es normal en la sala de parto? ¿Soy una mala madre si no estoy eufórica y loca de alegría? ¿Aman todos los padres de inmediato a sus hijos? No, aseguran los expertos. La felicidad exultante es la excepción, no la regla. Está bien si surge, pero no es ningún drama si falta. La mayoría de parejas se exigen demasiado, pero ni es un signo de falta de cariño ni se hace ningún daño al bebé si no nos sentimos flotar entre nubecitas. En otras culturas de Asia o África a nadie se le ocurre exigir a una madre gestos de júbilo después de las duras horas del parto. El amor necesita tiempo y espacio para crecer. A veces un par de horas, a veces un par de días, en ocasiones un par de semanas y otras, en algún momento durante el primer año aparece de repente. Garantizado.


¡Nuestro bebé es el más guapo!
El mito: nuestro bebé es el más guapo y maravilloso del mundo. La realidad: el momento después el parto no es el más favorable para enamorarse del recién nacido. El amor no se consigue por la fuerza y a primera vista. Al fin y al cabo, normalmente nos enamoramos cuando nos sentimos bien con una persona, cuando nos encontramos mutuamente atractivos, cuando la cabeza no está demasiado llena de pensamientos complicados. Pese a que al mirar al bebé tras su nacimiento el cuerpo de la madre y en cierta medida también el del padre se ven inundados con numerosas hormonas, las de la felicidad no están ahí: laadrenalina y la endorfina sobre todo despiertan y reavivan la curiosidad por el bebé.


Nuestro amor es siempre tierno
El mito: Nuestro amor es siempre tierno. La realidad: tierno, espléndido y de color de rosa. En la televisión podemos ver todos los días cómo tiene que ser el amor maternal y paternal. Y después estás en casa y lo que quieres hacer conseguir que el bebé deje de llorar. El amor por los hijos puede expresarse al principio más como preocupación que como ternura. Un buen equipo es mejor cuanto más entrena. Cuando los mayores aprenden a cubrir las necesidades de los pequeños, crece su capacidad de interpretar con precisión las pequeñas señales de los bebés. Y si sabes lo que el bebé quiere es más fácil ayudarle, lo que crea un sentimiento espectacular, y todos amamos a las personas que nos provocan sentimientos maravillosos.


Fuente: serpadres.es

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