Ayer por la noche sucedió algo mágico. Me disponía a dormir- después de varios intentos- a mi pequeña bestiecilla de dos años y medio entre el cansancio, la pesadez nocturna de cualquier embarazo avanzado, las agruras y las tremendas ganas de echarme en el sofá. Cuando logré acostarla, bajo previo acuerdo de que le contaría el cuento del día en que nació, corrió a subirse ella sola a su cama, cogió su mantita- inseparable compañera- apagó a la luz y en penumbra me dijo: “Mamá, cuéntame el cuento de cómo te enseñé a ser mamá”.
Me quedé en silencio unos segundos, ella se levantó, dio unos brinquitos en la cama (supersticiones de familia en donde los monstruos se duermen si uno salta tres veces en la cama) y antes de tumbarse nuevamente me levantó el jersey, abrazó mi tripa y le dijo a su hermanito: “Escucha bebé, mamá hoy nos contará un cuento especial”. Abrazó fuertemente mi panza, le dió un beso en los moretones que me dejan las inyecciones que me tengo que poner y se tumbó a escucharme atentamente.
¿Cómo empezar un cuento así? No han pasado tantos años para decir que “hace mucho mucho tiempo“…vivo lejos de mi patria pero aún así “no es un reino lejano“… yo disto mucho de ser una reina aunque “ella es mi princesa”; así que simplemente respiré y comencé por decirle que el día que ella llegó trajo bajo el brazo no un pan, sino una escuela para su mamá.
-¿Mamá yo soy tú profesora?-preguntó rápidamente.
-Sí, monstruito, me has enseñado a ser madre- le dije con la voz entrecortada. ¡Qué malas son las hormonas!
-¿Y yo te enseñé a decir “yellow” y a cantar “twinkle, twinkle”?- preguntó asombrada.
-Y no sólo eso- le dije rápidamente- me has enseñado mucho más…
Y como cualquier buen cuento siempre va acompañado de imágenes, hoy les dejo cómo mi hija me ha enseñado la mejor lección de mi vida: A SER MADRE.
Fuente: http://www.desmadreando.com/
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