viernes, 1 de agosto de 2014

Mi mamá y yo somos uno...

Durante los primeros meses de tu bebé, no es consciente de que es una persona independiente. Aun fuera del útero materno se siente parte de ti.



La matrona acaba de cortar el cordón umbilical, un gesto que marca el fin de nuestros meses de unidad biológica. "Me cuesta creer que este niño tan perfecto estuviera dentro de mí hasta hace unos momentos", comentan asombradas muchas madres recientes. El lenguaje delata nuestra percepción: dos cuerpos, dos seres.

Sin embargo, el bebé no lo vive así. No percibe separación. Durante los primeros meses el bebé no es consciente de que es una sola persona. Después de tanto tiempo unido física y emocionalmente a mamá, se siente parte de ella, y sus sentidos están tan concentrados en descubrir el mundo que le rodea, que apenas se fija en sí mismo. En el útero, y durante muchos meses tras su nacimiento, se siente parte indisoluble de su madre. Realizará un apasionante camino que le llevará a separarse lentamente de ella para descubrir su identidad particular. ¿Qué ocurre hasta que se da cuenta de que es alguien único?

Somos uno

Muchos autores han discutido sobre la formación de la identidad y la personalidad del niño. Como nadie puede meterse en la mente de un bebé, parece difícil seguir este proceso, pero hay algunos hitos en los primeros años que nos dan claves.
  • Durante los primeros meses, efectivamente, es como si fuéramos uno. Los profesionales utilizan la palabra «diada» para referirse a esta especial relación entre madre y bebé en la que ambos se muestran tan compenetrados y se entienden tan bien. La simbiosis biológica ha dado paso a una simbiosis existencial: el bebé depende de mamá y mamá depende del bebé (no hace nada sin tenerlo en cuenta). 
  • El bebé vive en un mar de sensaciones, no distingue lo de dentro de lo de fuera, solo lo agradable de lo desagradable. Las manos de mamá al tocarlo le hacen tomar conciencia de sí mismo y el pecho de mamá lo alimenta (o el biberón, en contacto con su cuerpo). Él siente que todo es suyo, todo es él. 
  • Las madres también se sienten uno con el bebé, de otra forma. Se despiertan un segundo antes de que él lo haga, saben qué hacer cuando nadie da con la tecla... «Déjame que lo haga yo», piden con urgencia a quien lo tiene en brazos llorando. Lo entendemos, como si efectivamente compartiéramos algo muy profundo. Son meses de intensa comunicación silenciosa. 
  • Esta etapa de dependencia total es muy importante en la formación de su identidad. Con nuestra forma de responder a sus necesidades él puede percibir que es importante (o no), que es fácil para él conseguir lo que necesita (o difícil), que es valioso (o un estorbo). Esta información va calando en el concepto que teje sobre sí mismo a partir de sus experiencias y la expresión de sus capacidades. 
  • En algún momento, la simbiosis entre ambos empieza a zozobrar. Está en marcha la bipartición íntima a la que hacía referencia el psicólogo francés Henry Wallon, un proceso que culminará en un yo y un tú. 


Por: Lidia García Fresneda

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