martes, 2 de septiembre de 2014

La salud de los bebés se definiría antes de la concepción...



Por lo general se tiende a pensar que la llegada del niño implica un nuevo comienzo y que las conductas que se tomen a partir de la concepción o del nacimiento son las únicas que importan para su óptimo crecimiento. Sin embargo, un nuevo estudio acaba de revelar que algunos hábitos del padre y de la madre antes de la gestación también influyen en el desarrollo del bebé.

La investigación publicada en la revista Science y liderada por profesionales de la Universidad de Adelaideen en Australia, revela que algunos hábitos de los padres pueden perjudicar al niño, incluso antes de ser concebido. Beber alcohol, fumar o comer mal son algunas conductas que pueden ocasionar problemas de salud en los adultos y que, al grabarse en el esperma o el óvulo, afectan también a la siguiente generación.

Como explica la profesora Sarah Robertson, una de las autoras del estudio, estos datos demuestran que la vida del niño no empieza desde cero: por el contrario, se ve influenciada por las experiencias de sus padres, que pueden moldear el desarrollo del feto y del bebé.

Si bien ya se sabe que la composición genética del pequeño tiene que ver con la de sus padres biológicos, el nuevo estudio explica que a través de ciertas conductas el hombre y la mujer pueden alterar sus propios genes –lo que se conoce como cambios epigenéticos- y esto es lo que luego le transmiten al bebé. Para los científicos, la capacidad de pasar esta información modificada puede tener que ver con una necesidad evolutiva del hombre de adaptarse a los cambios del entorno: por ejemplo, quien atraviesa períodos de hambre modifica sus genes de forma tal que en un futuro su hijo será capaz de sobrevivir con menos comida.

De acuerdo al informe, los bebés de padres que mantuvieron hábitos poco saludables antes de la concepción –por ejemplo fumar-, fueron más propensos a desarrollar enfermedades metabólicas, como diabetes y problemas a nivel cardiovascular. También tuvieron más probabilidades de sufrir ansiedad y disfunción del sistema inmune.

El padre también hace la diferencia

La investigación actual demuestra que no sólo las conductas de las madres influyen en la formación del hijo por nacer. Robertson indica que, a diferencia de lo que se cree, la salud del pequeño no se gesta exclusivamente en el útero, sino que la información que traen los espermatozoides también es importante en la determinación de factores como la dieta y la obesidad.

Además de poner énfasis en el rol de los padres, la profesora explica que si bien esta modificación de los genes puede darse desde muchos años atrás, son los meses previos a la gestación los que resultan más importantes: ahí es cuando se forman los espermatozoides y óvulos que luego se fertilizarán.

Por este motivo, alienta a quienes quieran ser padres a comenzar a cambiar su estilo de vida para lograr un beneficio positivo y duradero en los hijos por venir.

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