El día que seas madre lo vas a entender. Se dice por ahí.
Cuando la tuve a Luci, creí que ese momento finalmente había
llegado. Creí comprender todo acerca de tener hijos, amarlos profundamente y
ser capaz de dar mi vida por ellos.
Pero parece que la maternidad me tenía guardadas un par de
sorpresas más. Me equivoqué al pensar que me las sabía todas.
El hijo varón despertó en mí sentimientos y sensaciones
hasta ahora desconocidos. Resulta que quisiera morderle la yugular a algunas
personas, mujeres, que me franelean al chico.
Hasta ahora había sido una madre bastante open and friendly.
No le escatimaba mi hija a nadie. Es más, de bebé, me parecía maravilloso que
ella se paseara de brazo en brazo y recibiera amor, mimos y afecto de tantos y
tantas.
Pero oh no, no no el día que lo ví (a Él) que le hacía a
otra esos mimitos en el cuello que me hace mí cuando se quiere dormir.
Me hubiese escondido detrás de una silla. Agazapada.
Afilando la mirada. Las uñas y los dientes. Quietecita hubiese esperado el
momento indicado. Una distracción. Un descuido. Rugiendo, hubiese saltado por
encima de la silla. Avalanzándome sobre ella y rescatando a mi cría.
Sí, sí. Juro que lo hubiese hecho. Pero me ganó de mano la
maldita cordura.
Fuente: Tumblr_semecayounzapato
Fuente: Tumblr_semecayounzapato
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