Antes armabas el arbolito cómo y dónde se te daba la gana.
Ahora tomás en cuenta factores de vida o muerte tales como: que esté lo suficientemente fuera de alcance como para que a nadie se le ocurra jugar al tiro de penales con los chirimbolos, que tenga pocas luces o preferentemente ninguna así no vivís con pánico a que se electrocuten, y que la estrella de la punta esté bien alta así no la usan para disfrazarse o como arma asesina ninja.
Antes pasabas los días previos planificando tu vestuario para Nochebuena.
Ahora todos tus esfuerzos están dedicados a tratar de que tus hijos se mantengan inmaculados una vez que quedan vestidos y bañados, para que por lo menos duren presentables hasta llegar a destino. Por supuesto vos salís con el pelo mojado y tratando de no ver esas arrugas en tu vestido que ni se notannnnnnn.
Antes para comer llevabas “tu especialidad”, esa que lleva 4 horas de cocción revolviendo cada 1 minuto en forma de ochos.
Ahora encargás algo o si estás muy complicada caés con alguna botellita comprada en la estación de nafta que queda de camino.
Antes no te gustaban los cuetes.
Ahora los odiás.
Antes amanecias con dolor en los pies por usar tacos altos.
Ahora amanecés con dolor de espalda por cargar niños dormidos hasta la cama.
Antes te divertías dándole pistas a tu novio, marido o similar sobre su regalo de Navidad.
Ahora se divierten juntos jugando a ser Papá noel, recibiendo las cartas, escondiendo los paquetes y fingiendo admiración ante la puntería del crá de Papá Noel que nos trajo “justito” lo que queríamos.
Antes cuando brindabas pedías un deseo para vos.
Ahora, todos son para ellos.
Fuente: http://mpineyrua.wordpress.com/
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