Investigaciones científicas que estudiaron el apego y la capacidad de los seres humanos de amar a otros aseguran que la constitución del vínculo entre la mamá y su bebé en el momento inmediatamente posterior al nacimiento es fundamental. Por eso es importante respetar el primer contacto entre ambos, dentro de las dos primeras horas posteriores al parto.
“Lo que más necesita el bebé apenas nace es estar en contacto con su mamá. Durante la vida intrauterina no siente hambre, ni frío, y recibe todo lo que necesita a través del cordón umbilical. Pero cuando nace y es abducido, el ingreso al mundo es violento y traumático. Por eso no hay nada mejor para el niño que ser puesto sobre el pecho materno, que es lo más parecido a la vida dentro del útero”, asegura Sandra Rodríguez, partera, puericultora y docente en la Asociación Civil Argentina de Puericultura.
El bebé tiene todo su aparato sensitivo muy desarrollado, siempre que haya nacido a término y no sea prematuro (menos de 37 semanas de gestación). Esto significa que es capaz de distinguir la voz de su mamá de las voces de otras mujeres o del papá, puede ver a una distancia de 20 o 30 centímetros (longitud que hay entre el rostro de la mujer y el pecho), toda su piel está inervada para lograr un contacto delicado con la piel de la madre y, a través de su olfato, logra arrastrarse hasta la mama para realizar su primera nutrición.
Por otra parte, el bebé recién nacido no tiene bacterias en la piel ni en las mucosas; cuando se lo pone en contacto con el pecho de la mamá coloniza las bacterias de su piel y queda protegido de la contaminación por sustancias patógenas. Además, el contacto piel con piel regula mucho mejor su temperatura corporal.
El primer encuentro
Durante el parto, mamá y bebé segregan un cóctel de hormonas entre las que se encuentra la oxitocina, comúnmente llamada “hormona del amor” y relacionada con todas las situaciones placenteras de la vida, los patrones sexuales y la conducta materna y paterna.
“La mujer embarazada segrega oxitocina cuando está pariendo para estimular las contracciones; cuando nace el niño, ambos producen una enorme descarga que los envuelve y genera el apego. Ese pico de hormonas, que interviene durante las dos primeras horas de vida, no se vuelve a repetir nunca más en su vida y es lo que posibilita un encuentro amoroso entre los dos”, dice Silvina Peirú Musse, quien es partera y obstetra en el Hospital Regional Eva Perón de Santa Rosa de Calamuchita.
Cuando el parto vaginal es medicalizado o la mujer pare a través de una cesárea programada, no se produce el mismo pico de hormonas, ya que su cuerpo no se prepara a través del trabajo de parto y sigue transitando la vida de embarazo.
Por otra parte, la cesárea no le permite al niño hacer un proceso de maduración sumamente necesario que se logra al atravesar el canal de parto, donde se prepara para hacer una experiencia fuera del útero materno.
Sacarlos bruscamente ocasiona consecuencias físicas y emocionales. Por ejemplo, pueden sufrir una inmadurez pulmonar, ya que los pulmones terminan de madurar en el canal de parto.
Cuando el parto es medicalizado las sustancias que se colocan pueden interferir en la capacidad sensitiva del bebé frente a su entorno.
“Esto no significa que la mujer no puede vincularse con su hijo porque, a diferencia de otros mamíferos, tiene cultura, pero el vínculo no goza de los mismos beneficios que se logran a través del parto natural”, asegura Rodríguez.
En la mayoría de las instituciones de salud del país no se sigue este criterio médico porque se prioriza el examen clínico del bebé en la primera hora de vida, y ese procedimiento viene acompañado de otras rutinas hospitalarias que hacen que la mamá se encuentre con su bebé después de las dos horas.
“La mayoría de los bebés permanecen apenas un ratito en el pecho de la mamá. Luego, son llevados a una mesa de examinación, lo cual es una situación bastante traumática si tenemos en cuenta que recién salen del útero”, dice Peirú Musse.
Celsa Bruenner, tocoginecóloga que trabaja bajo el enfoque de parto respetado, opina que “todas las mediciones y controles pueden realizarse perfectamente con el bebé sobre el pecho de la mamá”. “No hay nada que justifique científicamente que al niño se lo aleje de la madre”, afirma.
Hay situaciones en las que el bebé puede tener dificultades, como problemas respiratorios severos, una malformación, nacer deprimido (flácido, poco reactivo) o haber tragado líquido amniótico meconial espeso, que ameritan brindarle una radiación de calor adecuada o hacer maniobras de reanimación sobre una superficie plana y con instrumental médico específico. En ese caso, lo más probable es que sea necesario separarlo de la mamá.
“Aunque sería mucho mejor que la mamá o el papá puedan acompañar a su hijo durante la mayor cantidad de tiempo que dure el control médico”, indica Peirú Musse.
Durante el parto, mamá y bebé segregan un cóctel de hormonas entre las que se encuentra la oxitocina, comúnmente llamada “hormona del amor” y relacionada con todas las situaciones placenteras de la vida, los patrones sexuales y la conducta materna y paterna.
“La mujer embarazada segrega oxitocina cuando está pariendo para estimular las contracciones; cuando nace el niño, ambos producen una enorme descarga que los envuelve y genera el apego. Ese pico de hormonas, que interviene durante las dos primeras horas de vida, no se vuelve a repetir nunca más en su vida y es lo que posibilita un encuentro amoroso entre los dos”, dice Silvina Peirú Musse, quien es partera y obstetra en el Hospital Regional Eva Perón de Santa Rosa de Calamuchita.
Cuando el parto vaginal es medicalizado o la mujer pare a través de una cesárea programada, no se produce el mismo pico de hormonas, ya que su cuerpo no se prepara a través del trabajo de parto y sigue transitando la vida de embarazo.
Por otra parte, la cesárea no le permite al niño hacer un proceso de maduración sumamente necesario que se logra al atravesar el canal de parto, donde se prepara para hacer una experiencia fuera del útero materno.
Sacarlos bruscamente ocasiona consecuencias físicas y emocionales. Por ejemplo, pueden sufrir una inmadurez pulmonar, ya que los pulmones terminan de madurar en el canal de parto.
Cuando el parto es medicalizado las sustancias que se colocan pueden interferir en la capacidad sensitiva del bebé frente a su entorno.
“Esto no significa que la mujer no puede vincularse con su hijo porque, a diferencia de otros mamíferos, tiene cultura, pero el vínculo no goza de los mismos beneficios que se logran a través del parto natural”, asegura Rodríguez.
En la mayoría de las instituciones de salud del país no se sigue este criterio médico porque se prioriza el examen clínico del bebé en la primera hora de vida, y ese procedimiento viene acompañado de otras rutinas hospitalarias que hacen que la mamá se encuentre con su bebé después de las dos horas.
“La mayoría de los bebés permanecen apenas un ratito en el pecho de la mamá. Luego, son llevados a una mesa de examinación, lo cual es una situación bastante traumática si tenemos en cuenta que recién salen del útero”, dice Peirú Musse.
Celsa Bruenner, tocoginecóloga que trabaja bajo el enfoque de parto respetado, opina que “todas las mediciones y controles pueden realizarse perfectamente con el bebé sobre el pecho de la mamá”. “No hay nada que justifique científicamente que al niño se lo aleje de la madre”, afirma.
Hay situaciones en las que el bebé puede tener dificultades, como problemas respiratorios severos, una malformación, nacer deprimido (flácido, poco reactivo) o haber tragado líquido amniótico meconial espeso, que ameritan brindarle una radiación de calor adecuada o hacer maniobras de reanimación sobre una superficie plana y con instrumental médico específico. En ese caso, lo más probable es que sea necesario separarlo de la mamá.
“Aunque sería mucho mejor que la mamá o el papá puedan acompañar a su hijo durante la mayor cantidad de tiempo que dure el control médico”, indica Peirú Musse.
Mamá canguro
Aun cuando se trata de bebés prematuros, el contacto del niño con su mamá es primordial. En ese sentido, las especialistas destacan los beneficios del Método Mamá Canguro (MMC), creado en 1978 por Édgar Rey Sanabria, en Bogotá (Colombia), y recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para brindar atención al neonato en situación de bajo peso y/o prematurez.
“El contacto piel a piel entre la madre y el bebé cubre eficazmente las necesidades de los neonatos en calor, alimentación (lactancia materna), protección frente a infecciones, estimulación, seguridad y amor. Su eficacia es similar e inclusive superior que los cuidados tradicionales si se compara en términos de mortalidad y morbilidad. Sin contar que reduce la incidencia de las enfermedades hospitalarias en los bebés y favorece la supervivencia en el caso de existir escasos recursos médicos, como un número limitado de incubadoras”, asegura Bruenner.
Aun cuando se trata de bebés prematuros, el contacto del niño con su mamá es primordial. En ese sentido, las especialistas destacan los beneficios del Método Mamá Canguro (MMC), creado en 1978 por Édgar Rey Sanabria, en Bogotá (Colombia), y recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para brindar atención al neonato en situación de bajo peso y/o prematurez.
“El contacto piel a piel entre la madre y el bebé cubre eficazmente las necesidades de los neonatos en calor, alimentación (lactancia materna), protección frente a infecciones, estimulación, seguridad y amor. Su eficacia es similar e inclusive superior que los cuidados tradicionales si se compara en términos de mortalidad y morbilidad. Sin contar que reduce la incidencia de las enfermedades hospitalarias en los bebés y favorece la supervivencia en el caso de existir escasos recursos médicos, como un número limitado de incubadoras”, asegura Bruenner.
Lactancia exitosa
El primer encuentro del bebé con su mamá también repercute en el éxito de la lactancia.
“Cuando la lactancia ocurre dentro de esas dos horas puede ser mucho más exitosa y prolongada. Esto permite que el bebé empiece a alimentarse inmediatamente y disminuye las posibilidades de que sufra hipotermia o hipoglucemia. También es favorable para la mujer, ya que se recupera mejor del parto, porque la succión del niño hace que pierda menos sangre y el útero se retraiga con más facilidad”, aseguran las especialistas.
Durante el embarazo, la mujer desarrolla las glándulas de Montgomery (ubicadas en las aréolas del pezón) que producen secreciones sebáceas y mantienen la mama lubricada, protegida y sodorizada.
“El bebé percibe el olor de las glándulas de Montgomery. Esto le permite llegar hasta la mama y prenderse al pezón sin que nadie lo ayude. Recomendamos a la mamá y a los profesionales que asisten el parto no ponerse desodorantes ni perfumes fuertes para no interferir en la capacidad natural que tienen los bebés de distinguir ese olor”, indica Rodríguez.
Un estudio realizado sobre 72 parejas de madres y bebés, y publicado en la revista Lancet en 1990, demostró que cuando se coloca al bebé, piel con piel sobre el cuerpo de la madre, puede arrastrarse y encontrar el pezón, 20 minutos después del parto, y empezar a mamar a los 50 minutos. Mientras que los recién nacidos afectados por medicación o separados de su madre momentos después de nacer (para limpieza y medidas) pierden esta capacidad en gran medida. Y aquellos nacidos a través de un parto medicalizado, que además son separados de su mamá, no logran dirigirse hacia el pecho materno ni prenderse ni siquiera con su ayuda.
“Las drogas que se utilizan para aliviar el dolor de la mujer durante el trabajo de parto, e incluso la anestesia peridural, disminuyen la capacidad sensitiva del bebé para vincularse con el entorno y dificultan la primera prendida. También es importante dejar a la mamá y al bebé solos en este momento”, recomiendan las especialistas.
Por su parte, Peirú Musse advierte sobre el valor nutritivo del calostro, que es la primera leche que la mamá va a segregar y tiene alto contenido lipídico, vitaminas minerales y defensas. Se suele decir que es la primera vacuna que recibe el bebé porque es muy rico en inmunoglobulinas y anticuerpos.
El papá es el sostén
El papá es un sostén fundamental para la mujer durante la gestación, y luego durante el nacimiento cumple un rol protector para la familia. Dado que está fuera del proceso biológico, es importante integrarlo para que pueda acompañar a la mamá y al bebé.
“Cuando la lactancia ocurre dentro de esas dos horas puede ser mucho más exitosa y prolongada. Esto permite que el bebé empiece a alimentarse inmediatamente y disminuye las posibilidades de que sufra hipotermia o hipoglucemia. También es favorable para la mujer, ya que se recupera mejor del parto, porque la succión del niño hace que pierda menos sangre y el útero se retraiga con más facilidad”, aseguran las especialistas.
Durante el embarazo, la mujer desarrolla las glándulas de Montgomery (ubicadas en las aréolas del pezón) que producen secreciones sebáceas y mantienen la mama lubricada, protegida y sodorizada.
“El bebé percibe el olor de las glándulas de Montgomery. Esto le permite llegar hasta la mama y prenderse al pezón sin que nadie lo ayude. Recomendamos a la mamá y a los profesionales que asisten el parto no ponerse desodorantes ni perfumes fuertes para no interferir en la capacidad natural que tienen los bebés de distinguir ese olor”, indica Rodríguez.
Un estudio realizado sobre 72 parejas de madres y bebés, y publicado en la revista Lancet en 1990, demostró que cuando se coloca al bebé, piel con piel sobre el cuerpo de la madre, puede arrastrarse y encontrar el pezón, 20 minutos después del parto, y empezar a mamar a los 50 minutos. Mientras que los recién nacidos afectados por medicación o separados de su madre momentos después de nacer (para limpieza y medidas) pierden esta capacidad en gran medida. Y aquellos nacidos a través de un parto medicalizado, que además son separados de su mamá, no logran dirigirse hacia el pecho materno ni prenderse ni siquiera con su ayuda.
“Las drogas que se utilizan para aliviar el dolor de la mujer durante el trabajo de parto, e incluso la anestesia peridural, disminuyen la capacidad sensitiva del bebé para vincularse con el entorno y dificultan la primera prendida. También es importante dejar a la mamá y al bebé solos en este momento”, recomiendan las especialistas.
Por su parte, Peirú Musse advierte sobre el valor nutritivo del calostro, que es la primera leche que la mamá va a segregar y tiene alto contenido lipídico, vitaminas minerales y defensas. Se suele decir que es la primera vacuna que recibe el bebé porque es muy rico en inmunoglobulinas y anticuerpos.
El papá es el sostén
El papá es un sostén fundamental para la mujer durante la gestación, y luego durante el nacimiento cumple un rol protector para la familia. Dado que está fuera del proceso biológico, es importante integrarlo para que pueda acompañar a la mamá y al bebé.
“Es fundamental que el papá sea consciente de lo que está gestando. En general, la etapa de posparto les cuesta mucho porque es un momento emocionalmente duro para la mujer y el varón suele sentirse excluido. La mamá tiene toda la libido puesta en el niño, y naturalmente está más conectada con su hijo que con su compañero. Pero si esto se habla previamente el papá se relaja y no sufre, porque sabe que con el transcurso del tiempo volverá a recuperar el vínculo con su mujer”, dice Peirú Musse.
Por su parte, Rodríguez agrega: “Criar con apego implica un gran trabajo; estar física y emocionalmente disponible para tu hijo, las 24 horas del día los 365 días del año. Y eso se logra sólo si el padre puede sostener el vínculo, porque la mujer está en un momento muy vulnerable”.
Fuente: http://www.lavoz.com.ar/
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