Hace un cuarto de siglo, los bebés eran como “mini adultos”: no había que hacerles upa porque se malcriaban. Si lloraban, el mandato era dejarlos solos para que se fortalecieran. ¿Las comidas? No más de seis al día, como cualquier régimen estricto. Se respondía solo a necesidades fisiológicas: cambiarlo, alimentarlo y dormirlo. Pero, desde entonces, la puericultura y la psicología infantil impulsaron el apego, una crianza centrada en el contacto permanente entre padres e hijos. Se entendió que los recién nacidos tenían otras demandas.
“ La base de la nueva crianza es reconocer las necesidades del bebé.
Aprender a ver qué le falta y qué está pidiendo. Es encontrar el lenguaje del chico”, explica la pediatra Carolina Marotta, del grupo Familia y Crianza de la Sociedad Argentina de Pediatría.
Esto repercute en el modo de cuidarlo, tan radicalmente que contradice los antiguos manuales de pediatría. Por ejemplo, la posición para dormir, clásicamente boca abajo, ahora es boca arriba. “Sabemos que reduce un 80% los casos de muerte súbita”, explica Silvia Monzón, puericultora del Hospital Fernández. Y si de dormir se trata, los pediatras recomiendan que repose en el cuarto paterno al menos hasta los seis meses, porque también disminuye el riesgo de muerte súbita. “Hace 20 años, a los 20 días ya dormían solos”, recuerda el pediatra Eduardo Peszkin, coordinador general del Area Ambulatoria del Hospital Garrahan.
Aprender a ver qué le falta y qué está pidiendo. Es encontrar el lenguaje del chico”, explica la pediatra Carolina Marotta, del grupo Familia y Crianza de la Sociedad Argentina de Pediatría.
Esto repercute en el modo de cuidarlo, tan radicalmente que contradice los antiguos manuales de pediatría. Por ejemplo, la posición para dormir, clásicamente boca abajo, ahora es boca arriba. “Sabemos que reduce un 80% los casos de muerte súbita”, explica Silvia Monzón, puericultora del Hospital Fernández. Y si de dormir se trata, los pediatras recomiendan que repose en el cuarto paterno al menos hasta los seis meses, porque también disminuye el riesgo de muerte súbita. “Hace 20 años, a los 20 días ya dormían solos”, recuerda el pediatra Eduardo Peszkin, coordinador general del Area Ambulatoria del Hospital Garrahan.
El polémico colecho, prohibido por décadas, es promovido por algunos especialistas.
Los detractores argumentan que es poco seguro para el bebé y que atenta contra la sexualidad de la pareja. Otros, como Monzón, lo ven como un “signo de la época”: “Como trabajan ambos padres, si el bebé no duerme bien, es más fácil llevarlo a la cama que pasar la noche sin descansar”. Para Carlos Wahren, jefe de Pediatría del Hospital Italiano, “esta costumbre varía según la cultura y es muy frecuente en los países orientales, cuyas estadísticas muestran menos casos de muerte súbita”. “El contacto directo durante las horas de sueño favorece que el bebé incorpore las distintas fases del sueño, y logra una sincronía en los ritmos respiratorios de madre e hijo”, asegura Soledad Martín, puericultora y directora del Centro de Orientación y Asistencia para la Primera Infancia.
¿Y si el bebé llora?
Al contrario de lo que se predicaba hace 25 años, hoy aconsejan contenerlo. ¿Darle el chupete? Sí, pero en algunos casos. “Antes se lo daban a modo de tapón, para que se callara. Ahora su fin es ayudarlo a alcanzar un estado de relajación, sobre todo antes de dormir”, describe Marotta. Peszkin agrega que en el pasado se ofrecía el chupete enseguida después del parto. Hoy se recomienda esperar unos 20 días, hasta que se consolide la lactancia.
Justamente, la lactancia fue otro de los grandes cambios . Una mamá de clase media alta, hace 40 años amamantaba solo el primer mes. Hoy, los pediatras enfatizan los beneficios protectores de la leche materna y oscilan entre recomendar la “teta a libre demanda” y una “libre demanda controlada”, es decir, cada 2 horas durante el día y cada 3 de noche, los primeros 6 meses. “La lactancia es “de mutuo requerimiento”: lo que el bebé demanda, pero también cuando la mamá quiere y puede”, dice Marotta.
Otro de los pilares del apego es el babywearing (portar al bebé): enlazado en el fular, una tela especial, se fomenta que los padres carguen al niño a todos lados. Se cree que así será más independiente y seguro de sí mismo, al revés de las antiguas suposiciones de que hacer “upa” era malcriar. “Se fue pasando de una postura rígida a un respeto de la demanda del bebé –afirma el doctor Wahren–. Es un patrón mas plástico”.
Fernanda Gómez, psicóloga perinatal, coincide con el médico y sostiene que “más que seguir una teoría, hoy los padres se concentran en lo que su hijo necesita y lo que es funcional para la familia”. Gómez difunde esta filosofía en grupos de crianza y desde sus blogs, Gestando Criando y Yo soy mamá canguro. “ El contacto piel a piel es tan necesario como la alimentación . Los bebés necesitan estar a upa”, declara. Esto implica un desafío, en una sociedad donde el tiempo tiene precio. La puericultora Martín concluye que “aceptar que ese tiempo es necesario para el despliegue de la individualidad del ser en desarrollo, es generar un cambio importante en la crianza de nuestra cultura”.
Fuente: http://www.clarin.com/
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