No es tarea fácil realizar la función materna. Para el lo hay que saber leer las necesidades y deseos de los hijos, acompañarlos, consolarlos, enseñarlos, educarlos sabiendo que, en principio, dependen de nosotras casi por completo. Y a esta responsabilidad hay que añadirle las inseguridades propias de la falta de experiencia. Por si fuera poco, las madres primerizas son el blanco perfecto de multitud de consejos bienintencionados, pero que pueden ser un error y aumentar la incertidumbre sobre si lo que se está haciendo con el bebé está bien o no.
Sin separación: Los bebés necesitan ser atendidos siempre que lloran y lo antes posible. No es bueno no acogerles pensando que se les está malcriando. Conviene tener en cuenta que han pasado nueve meses dentro del cuerpo de su madre y necesitan, durante un tiempo, un cuerpo a cuerpo continuado con ella.
Decir que por coger a un bebé en brazos a menudo se le está malcriando transmite una ignorancia absoluta hacia lo que es el bebé humano, además de una falta de sensibilidad y un ataque a la necesaria unión madre-hijo que se produce inevitablemente en el principio de la vida. Más bien ocurre todo lo contrario de lo que se afirma: el bebé que no ha sido acogido cerca del cuerpo de su madre cuando lo necesitaba, se queda más apegado a ella que aquel que fue abrazado.
Para poder separarse de la figura materna cuando le corresponde, debe haber tenido el suficiente acogimiento. Acunarle cuando llora, no es “mimarlo” demasiado, es algo que hay que hacer, ya que el llanto es un pedido de ayuda. También se le debe abrazar cuando necesita el contacto y la contención de los brazos maternos. Un niño rodeado por los brazos de su madre se siente protegido y seguro en el mundo. Si a esto le añadimos el deseo materno de cuidarle, se estarán sentando las bases para que más adelante tenga los recursos internos que le permitan ser autónomo.
Llena de dudas: Raquel, balanceándose de atrás hacia delante, mecía a su bebé de ocho meses. Había comenzado a llorar en la cuna y ella lo había cogido. A los dos minutos de estar en sus brazos, el pequeño Alberto se había callado y se acurrucaba pegado a su pecho mientras ella le cantaba una nana y recordada la sentencia de una tía suya: “No cojas tanto al niño que lo malcrías y después se convierte en un tirano”. Hasta hacía poco, se sentía insegura cuando cogía a su bebé en brazos. Las palabras de su tía y de otras mujeres de su entorno la llenaban de dudas. Pese a su inseguridad, decidió que no dejaría desamparado a su hijo cuando llorara.
¿Qué clase de lección aprendería el niño con eso? ¿Que la vida era dura? Ella le enseñaría, más adelante, cuando pudiera explicárselo. Todavía era muy pequeño. Raquel ha acertado en su decisión y es una madre sensible, muy bien conectada con su bebé. No se deja influir por una transmisión cultural que trata a los niños como si fueran adultos y a las madres como si fueran tontas y no supieran cuándo y cómo tienen que consolar a su hijo. Un bebé no tiene la capacidad de “manejarnos”, como suponen quienes aconsejan no cogerlos en brazos. El recién nacido no distingue entre el cuerpo de la madre y el suyo. Todavía necesitará un tiempo para establecer esa diferencia.
Reforzar el apego: El “yo” primitivo se esboza a los 18 meses de edad. Antes de ese momento, no hay discriminación entre la madre y él. Cuando los brazos le consuelan, el niño no sabe si ese consuelo viene de fuera o de dentro de sí mismo. Por ello, todo lo que podamos hacer para fortalecer el vínculo madre-hijo será bueno para su futuro. El niño podrá separarse mejor de la madre si ha estado con ella suficiente tiempo y no ha sentido que el mundo que le rodea es demasiado hostil.
La importancia de que la madre se encuentre cerca del bebé está estudiada, entre otros, por el psicoanalista John Bowlby, que formuló la teoría del apego según la cual el estado de seguridad, ansiedad o temor de un niño está determinado por la capacidad de respuesta de su principal figura de apoyo, ya sea la madre o la persona que le cuide. Si esta persona se acerca al niño cuando lo necesita, este podrá establecer apego y, a la vez, abrazar a otros.
Los mimos demuestran al bebé cuánto le queremos y esto es fundamental para la vida. Gracias a ellos aprende a reproducir los sentimientos que recibe y a expresar lo que siente. Lo más importante para él es estar rodeado de afecto. Debe encontrar en su familia un marco protector donde resguardarse. De ahí la importancia de su peluche, que le ayuda a soportar la ausencia de sus padres.
Evitar errores
Un recién nacido tiene requerimientos diferentes de las de un niño de cuatro años. Necesita los brazos cuando llora.
¿Qué podemos hacer?
- En estos momentos tan cruciales, conviene no dejarse llevar por sentencias y consejos ajenos con los que no se está de acuerdo, pero que aumentan la inseguridad del lugar que se ocupa como madre.
- Las inevitables frustraciones que la educación impone al niño para su bien tienen que empezar cuando deje de ser un bebé, nunca durante los primeros meses de su vida.
- Es un error no atender al pequeño cuando llora con la argumentación de que “solo quiere brazos”. Para él, ser abrazado constituye un alimento emocional tan importante como lo es la leche para crecer corporalmente.
- Cuando la madre se encuentra deprimida, debe pedir ayuda. En muchas ocasiones, la depresión guarda relación con la inseguridad de realizar bien su labor.
¿Qué podemos hacer?
- Explicar a los que argumentan sobre los inconvenientes que trae a la larga coger en brazos a los niños que están equivocados.
- Reflexionar sobre las inseguridades que se pueden sentir cuando se es madre por primera vez y tener confianza en que se va a saber entender al bebé.
- Cuando la inseguridad es alta, es probable que haya conflictos con la identificación con la madre. En alguna medida, y de forma inconsciente, no nos concedemos el derecho de ocupar el lugar de madre porque abandonaríamos el de ser solo hijas.
- Hay que reconocer el cansancio inevitable que los bebés provocan, ya que la demanda hacia la madre es continua e intensa. Es conveniente buscar ayuda cuando se necesita, sabiendo que cuanto más relajada esté la madre, mejor atenderá a su hijo.
Fuente: http://www.facemama.com/
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