Aprendemos a amar porque alguien nos amó y nos enseñó a hacerlo. También alguien nos enseña a dormir. Cuando llega un bebé y la pareja se convierte en familia, los hábitos de sueño se modifican durante un tiempo y los padres deben enseñar al pequeño, respetando su maduración, cómo y dónde tiene que dormir para descansar adecuadamente.
Si se retrasa ese aprendizaje más allá del sexto o séptimo mes, el niño comenzará a oponer resistencia, sobre todo a alejarse de la madre, y utilizará técnicas para reclamarla. Los recursos que utiliza son de lo más variados, y cambian según crece: que mamá le dé la mano hasta que caiga rendido, que lo duerma en brazos... Más adelante, le pedirá que se acueste con él, o intentará pasarse a su cama con una excusa. Si no funciona, dirá que tiene frío o miedo.
Síntomas y señales
Cuando el niño no puede expresar su deseo de compañía tan abiertamente y la situación es más inconsciente, pueden aparecer ataques de tos, fatiga respiratoria, vómitos y, más adelante, eneuresis nocturna y otros síntomas.
Los factores a tener en cuenta para enseñarle a dormir solo son: el lugar, el ambiente, los objetos que acompañan y nuestra actitud. Lo primero es conseguir un ambiente agradable. El niño aprenderá a asociar todas las señales que se produzcan antes de dormir.
Por ello, es conveniente realizar siempre las mismas tareas y en el mismo orden (baño, cena...). La rutina lo tranquiliza. Todo lo que anuncia la hora de dormir debe transmitirse como un premio y no como un castigo. En segundo lugar, para que al quedarse solo y despierto en la cuna no sienta la ausencia de su madre como algo temible, debe estar rodeado de objetos familiares, que le den seguridad.
Si se despierta de noche, el niño debe reconocerlos enseguida: su cuna, su manta o su chupete. Salvo que sea un día muy especial, nunca debemos dejar que se duerma fuera de la cuna (en el sofá, en nuestra cama, en el cochecito...).
La actitud de los padres es muy importante. Si la madre se siente segura de lo que tiene que hacer, transmitirá al niño esa seguridad, que funciona con la eficacia del mejor somnífero.
Un bebé comienza a aumentar su ritmo de sueño a partir de los tres o cuatro meses, y a los seis duerme casi toda la noche del tirón. Es el momento de poner en práctica las habilidades maternales, y de enseñárselas también al papá.
fuente: facemama.com
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