martes, 25 de marzo de 2014

Mujer-Mamá: en busca de la identidad perdida...


Las mujeres contamos con diversos lugares de pertenencia sostenidos por la profesión, el trabajo, el estudio, el arte, las amistades o la familia que reflejan la imagen de lo que somos y lo que hacemos.

Con la aparición del primer bebé, además de la desestructuración física y emocional se hace evidente la PÉRDIDA de los lugares de identificación: nos ausentamos del trabajo, del estudio, dejamos de frecuentar los lugares de diversión, estamos sumergidas en una rutina agobiante a disposición de las demandas del bebé, cada vez menos personas nos visitan y sobre todo, tenemos la sensación de "perder el tren", de haber quedado fuera del mundo. La vida cotidiana acontece entre cuatro paredes, ya que salir con un bebé muy chiquito es a menudo desalentador.

Nos convertimos en "puérperas" durante un tiempo que se prolonga mucho más que los famosos 40 días. El puerperio no finaliza cuando el obstetra da "el alta" de la cicatrización de la cesárea o la episiotomía, no se trata de la recuperación definitiva del cuerpo físico después del embarazo y el parto, sino que tiene que ver con la emoción compartida y la percepción del mundo "con ojos de bebé".

Nos encontramos con una angustia que empeora después de las seis de la tarde coincidiendo dramáticamente con el horario más difícil para la criatura. A algunas mujeres se les suma la soledad, la falta de familiares o amigos que comprendan y contengan adecuadamente, un marido que trabaja todo el día, y el vacío que produce este NO RECONOCERSE A SÍ MISMA.

Estamos sumergidas en sensaciones extremas, profundas, intensas. Al igual que nuestro bebé, quien posee un cuerpo muy pequeño pero tiene sobredimensionados todos los sentidos.

Las mujeres puérperas tenemos la capacidad de estar "sintonizadas" en la misma "frecuencia" que el bebé, lo que nos facilita criarlos, interpretar las necesidades más sutiles y adaptarnos mutuamente a la nueva vida. Por eso es frecuente la sensación de estar flotando en otro mundo, sensibles o emotivas, con las percepciones distorsionadas y los sentimientos confusos.

La situación es inversa pero no menos complicada para las mamás que quieren o deben retomar el trabajo teniendo aún un bebé chiquito. Normalmente se exige a la mujer puérpera que "rinda" en el trabajo y que cumpla con la misma presencia prolongada que antes del nacimiento del bebé. Las mujeres "tienen que hacer de cuenta" que nada ha cambiado. Están obligadas a entrar rápidamente en contacto con el mundo exterior activo y poner la mente en funcionamiento. Para lograrlo necesitan desconocer el estado de fusión emocional con el bebé que dejaron en casa ya que el entorno laboral generalmente no avala ni facilita los estados regresivos. En estos casos las madres no se permiten unir el mundo interno con el afuera.

Esta integración no está muy facilitada en nuestra sociedad, donde aparece una contrariedad: " Si trabajo tengo que dejar a mi bebé. Si estoy con mi bebé no pertenezco más al mundo". Hay muy pocos lugares públicos donde los bebés son tolerados, lo que acrecienta la separación de los ámbitos de la vida social de la mujer-sin-bebé del otro ámbito privadísimo de la mujer-con-bebé. Salir con el chiquito a cuestas requiere esfuerzo e imaginación, pero somos las mujeres las que debemos instalar nuestro ser madres-personas en los lugares de pertenencia prioritarios para cada una.

Tanto la situación de encierro como la situación de desconexión son estados no elegidos conscientemente por las madres, quienes en su mayoría viven la maternidad como sinónimo de soledad y ausencia de mundo externo sin haber imaginado previamente lo que significaría realmente la presencia del bebé.

Tampoco contamos con gran ayuda externa, ya que nuestra sociedad desconoce profundamente la esencia del bebé humano. Lo observa con desconcierto intentando comprenderlo desde el punto de vista del adulto y pretendiendo que se adapte al mundo funcional de los mayores. Esta gran distancia entre ambas "frecuencias" aumenta la sensación de soledad e incomprensión de las madres recientes.

Para este período tan crítico puede resultar facilitador buscar NUEVOS MARCOS DE REFERENCIA que tengan relación con las necesidades concretas del aquí y ahora, ya que una cosa es enterarse de lo que le pasa a las mamás y otra muy distinta es convertirse en mamá. Los lugares de pertenencia se buscan entre los pares, en este caso entre otras mamás en busca de un lugar en el mundo. Descubrimos así que no estamos tan solas, que los temores y las preocupaciones son similares y que intercambiar experiencias nos fortalece.

Un grupo sostenedor permite que fluyan los estados regresivos, las intuiciones y emociones, revalorizando socialmente las facetas de la personalidad que estaban escondidas y que al ponerse en evidencia, nos completan. Dicho de otro modo, cuando las madres encontramos lugares donde LO QUE NOS PASA no sólo es compartido sino que además es ACONSEJABLE, el puerperio deja de ser un monstruo temido y puede convertirse en una mágica travesía. En definitiva, el puerperio es una apertura del espíritu. Allí el corazón es rey: nos recuerda la esencia de lo que cada una es. Y esto es aprendizaje para todos.

Fuente: planetamama.com.ar

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